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Autor del artículo
Eladio Gómez

Director Científico en Vesismin Health

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31/05/2021

Riesgos de Infección Asociados a Colchones dañados y Gestión Estratégica mediante Parches de Reparación

Por Xiaobao Li Ph.D, Iwain Lam, Peter Teska BS, MBA, Dale Grinstead Ph.D, Larinda Becker.

Traducido de: InfectionControl.tips

Las Infecciones Relacionadas con la Asistencia Sanitaria (IRAS) son una de las principales amenazas para la seguridad de los pacientes en los centros de salud. Los Centros para el Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) estiman que cada día, uno de cada 31 pacientes tiene al menos una IRAS (CDC, 2014). Según Magill et al. (2018), el 3,2% de los pacientes hospitalizados en USA padecían IRAS en 2015. Las superficies de contacto frecuente en las habitaciones de los pacientes están generalizadamente reconocidas como reservorios de patógenos (Dancer 2014). Muchas de estas superficies de contacto, incluyendo barandillas de la cama, colchones, y mesillas accesorias, están muy próximas a los pacientes y, por tanto, representan un riesgo significativo de exposición a infecciones a través del contacto directo de los pacientes (Weber et al. 2010).

La limpieza y desinfección ambientales de superficies de contacto frecuente son esenciales para el de control patógenos e IRAS (West et al. 2018). Sin embargo, a pesar del intenso énfasis en la limpieza y desinfección rutinarias, hay informes de brotes de prolongada duración atribuibles a la presencia de patógenos en las superficies ambientales, particularmente en varios componentes de las camas hospitalarias (Creamer y Humphreys 2008). Comúnmente, sólo se toman muestras de las barandillas para los análisis microbiológicos durante una investigación de un brote (Adams et al. 2017). Sin embargo, hay un número creciente de estudios que revelan que los colchones, almohadas y la ropa de cama, más que las barandillas, pueden ser reservorios más importantes de patógenos varios.


Los brotes infecciosos relacionados con colchones se han notificado abundantemente en las últimas décadas


Fujita et al. (1981) fueron de los primeros en notificar un brote de infecciones Pseudomonas aeruginosa resistente a la gentamicina asociado a los colchones de los pacientes. Más adelante, Shererts y Sullivan (1985) hallaron específicamente que los colchones humedecidos servían como reservorios ambientales de Acinetobacter y eran responsables de infecciones en pacientes quemados. Ndawula y Brown (1991) identificaron también colchones como reservorios epidémicos de Staphylococcus aureus resistente a la Meticilina (SARM). Del mismo modo, Sexton et al. (2008) a partir de muestras de superficies ambientales, encontraron que el 44 -71,4% de los colchones eran positivos para SARM. Van der Mee-Marquet et al. (2006) investigaron un clúster de 15 infecciones en Unidades de Cuidados Intensivos, para encontrar que el único factor común entre los pacientes infectados eran colchones contaminados. Estos estudios proporcionan pruebas sólidas de que los colchones contaminados son reservorios ambientales de patógenos, y vehículos para las IRAS, a tener en cuenta. Los hallazgos clave de estos estudios y la literatura adicional se resumen en el Cuadro 1.


Las superficies dañadas presentan potencialmente mayores riesgos, tanto de albergar patógenos como de que su desinfección sea infructuosa. Dichas superficies suelen presentar mayor rugosidad, lo que promueve la adhesión y la supervivencia de patógenos (Gonzales et al. 2017). Además, el residuo orgánico en superficies dañadas es más difícil de eliminar mediante la limpieza rutinaria, y proporciona nutrientes para que los microorganismos proliferen. Estudios recientes han proporcionado pruebas crecientes que demuestran que los colchones dañados suponen un gran problema como reservorios de patógenos (Tabla 1). En la mayoría de los brotes relacionados con colchones (Tabla 1) se encontraron daños en éstos.


Tabla 1*: Brotes infecciosos en hospitales relacionados con colchones contaminados.

* La Tabla 1 emplea información proporcionada en (Creamer y Humphreys, 2010), con la adición de literatura adicional (posterior a 2002).
**NS: no especificado.

Los colchones son superficies de alto contacto singulares y complejas, comúnmente constituidas por un interior de espuma recubierto por una funda de materiales impermeables como poliuretanos, nylon y poliésteres. El interior del colchón puede ser un material de espuma sólida o puede consistir en una compleja red de cámaras inflables que se pueden utilizar para ajustar la firmeza del colchón. Una vez dañada la cubierta del colchón, la espuma y otros componentes internos dentro del colchón pueden absorber grandes cantidades de material, como sangre, fluidos corporales, diarrea y otros líquidos, aumentando la probabilidad de albergar patógenos y promoviendo su proliferación. El líquido atrapado en la espuma del colchón puede filtrarse hacia fuera bajo el peso del siguiente paciente que use la cama. Es importante destacar que la estructura porosa de dicha espuma impide una eliminación completa del líquido absorbido y que los desinfectantes se distribuyan eficazmente en todo el espacio contaminado. Por tanto, es imposible limpiar y desinfectar eficazmente un colchón dañado en el que haya penetrado líquido.

Las fundas de los colchones pueden dañarse físicamente por el uso extensivo, el envejecimiento del material, y las rasgaduras o cortes causados por objetos afilados (Creamer y Humphreys, 2010), o deteriorarse químicamente por el uso repetido de desinfectantes (Strader et al. 2019). Se ha estimado que los daños físicos representan el 68% de todos los causados en colchones, mientras que los daños químicos representan el otro 32% (Marks et al. 2018). Este deterioro es común en los centros de salud, y las inspecciones de colchones, rutinarias o posteriores a brotes, han revelado altas tasas de daños. Por ejemplo, Bradbury et al. (2013) informó de que 177 de 656 (27%) colchones de hospital estaban dañados y contaminados, en una inspección visual tras el incidente (casi inadvertido) de un paciente. Marks et al. (2018) informaron de que, de un total de 2.561 colchones de pacientes en hospitales de agudos canadienses, el 32,5% (833) estaban dañados. La Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos recibió entre enero de 2011 y enero de 2016 más de 700 informes de fundas de colchones médicos que no evitaron la penetración de sangre y fluidos corporales en su interior. Posteriormente, la FDA publicó una comunicación de seguridad para proporcionar a los gestores sanitarios, al personal de los centros de salud y a los cuidadores recomendaciones para inspeccionar, mantener, reemplazar y eliminar colchones en los centros de salud (FDA 2017 Safety Communications). Específicamente, la FDA recomienda que los centros de salud desarrollen un plan de inspección para todos los colchones médicos, y reemplacen inmediatamente cualquier cubierta de colchón con signos de daños o desgaste (FDA 2017 Safety Communications). Tras estas comunicaciones de seguridad de la FDA, la Joint Commission publicó una guía en 2018 que indicaba específicamente que los centros de salud deberían evitar «desgarros o agujeros en tapicerías o colchones. Parchear cualquier agujero o desgarro con un producto aprobado que se pueda limpiar y desinfectar (es decir, no con una simple cinta adhesiva)».


La inspección rutinaria de colchones y la sustitución de los dañados, son pasos eficaces para controlar las infecciones asociadas a ellos


O’Donoghue y Allen (1992) notificaron infecciones graves de heridas en un área de Ortopedia, y que el brote finalmente se extinguió tras descartar cinco colchones dañados y contaminados. Del mismo modo, Ndawula y Brown (1991) encontraron que un brote de SARM en un Neonatología se gestionaba efectivamente con el reemplazo de todos los colchones y cubiertas dañados. Sin embargo, el costo de reemplazar los colchones dañados puede ser alto e insostenible para las instalaciones sanitarias, particularmente en los casos de colchones con daños menores o en etapas tempranas de deterioro. Además, hay costes adicionales de eliminación de residuos y logística, como el tiempo de uso perdido del equipo durante la espera de la llegada de un nuevo colchón.

Los parches de reparación de colchones han ido aumentando su popularidad, y proporcionan una solución novedosa para gestionar las posibles infecciones causadas por fundas dañadas, de una manera mucho más práctica y económica, en comparación con su reemplazo. Estos parches de reparación están fabricados con materiales de grado médico, impermeables y resistentes a los productos químicos, y están diseñados para restablecer el estado intacto e higiénico de la cubierta (Figura 1).

Clean Patch

Figura 1: Ilustración del uso de un sistema de parches de reparación de colchones. Un corte en la cubierta, posible causante de la entrada de líquido y contaminación, tras ser verificado, se limpia y luego se repara con el parche.


Varias consideraciones técnicas importantes son aplicables al uso y aplicación de parches de reparación, a fin de garantizar resultados en control de infecciones equivalentes al reemplazo de los colchones. En primer lugar, cualquier parche de reparación debe diseñarse para uso médico, lo que requiere que su composición no sea citotóxica, y sí hipoalergénica y libre de látex. Idealmente, los parches de reparación deben estar registrados como un Producto Sanitario de Clase I.

En segundo lugar, los parches de reparación deben mantener el colchón impermeable al paso de líquido. Además de la naturaleza impermeable de los materiales de parche, éste debe cubrir toda el área dañada y proporcionar un margen adicional de material, a fin de permitir un sellado a prueba de líquidos. Los parches de reparación no deben utilizarse sobre desperfectos cuya medida supere el tamaño de los propios parches. La impermeabilidad debe además mantenerse durante un período de tiempo razonablemente largo. Wong et al. (2015) evaluaron visualmente la durabilidad de 72 parches de colchón (CleanPatch®) durante un período de 12 meses. Todos los parches permanecieron adheridos y no mostraron desgarros ni daños visibles, lo que indica que los sistemas de parches pueden proporcionar una solución de reparación a largo plazo para los colchones dañados.


En tercer lugar, los parches de reparación deben ser higienizables, y soportar la limpieza y desinfección repetidas. Esto requiere que los parches sean compatibles con limpiadores y/o desinfectantes de uso común en el entorno hospitalario. La guía “Mattress Repair Implementation Guide”  (Surface Medical Inc., 2016) muestra un sistema de reparación de colchones compatible con una variedad de desinfectantes, incluyendo peróxido de hidrógeno al 1%, hipoclorito sódico al 3%, o amonios cuaternarios al 2,4%, sin daños químicos significativos en los parches.

Por último, los parches de reparación no deberían cobijar más microorganismos que los materiales originales del colchón. Los desinfectantes deben lograr una eficacia similar sobre los parches de reparación en comparación con la cubierta original del colchón. Wong et al. (2015) compararon el crecimiento microbiano sobre una superficie de colchón en comparación con el sistema de reparación de colchones utilizado en ese estudio y no encontraron diferencias estadísticas en dicho crecimiento entre la superficie del parche, los bordes y las superficies del colchón, antes y después de una limpieza terminal. Asimismo, Wong et al. (2015) evaluaron la eficacia en la limpieza de los bordes del parche, para encontrar que dichos bordes también son totalmente higienizables. Tras superar todas estas importantes consideraciones técnicas, los sistemas propuestos de reparación de colchones parecen ser una tecnología prometedora para gestionar los riesgos infecciosos debidos a colchones dañados, de una manera económica y sostenible.


Conclusiones

Dada la creciente carga de prueba de IRAS vinculadas a colchones dañados, tanto las agencias reguladoras como los centros sanitarios reconocen la importancia de un programa robusto de inspección de los daños causados en los colchones, y para devolver éstos a un estado intacto. En comparación con la eliminación y sustitución de los colchones dañados, los parches de reparación pueden ser una alternativa más económica y sostenible, particularmente para aquellos daños menores y en etapas tempranas de deterioro. Las evaluaciones técnicas realizadas sobre estos sistemas de reparación muestran que la tecnología satisface adecuadamente consideraciones importantes, como su durabilidad, impermeabilidad e higienización.


Referencias

1. Adams CE, Smith J, Watson V, et al. Examining the Association between Surface Bioburden and Frequently Touched Sites in Intensive Care. J Hospital Infection. 2017; 95(1):76-80.
2. Bradbury SL, Mack D, Crofts T, Ellison RT 3rd. Potential bloodborne pathogen exposure from occult mattress damage. Am J Infect Control. 2014;42(4):421-422. doi:10.1016/j.ajic.2013.10.011
3. Center for Disease Control. Healthcare associated infection progress report. CDC. 2014. https://www.cdc.gov/hai/surveillance/progress-report/index.html. Published 2016
4. Creamer E, Humphreys H. The contribution of beds to healthcare-associated infection: the importance of adequate decontamination. J Hosp Infect. 2008;69(1):8-23. doi:10.1016/j.jhin.2008.01.014
5. Dancer SJ. Controlling hospital-acquired infection: focus on the role of the environment and new technologies for decontamination. Clin Microbiol Rev. 2014;27(4):665-690. doi:10.1128/CMR.00020-14
6. Surface Medical Inc. CleanPatch Mattress Repair Implementation Guide. 2016. https://cleanpatch.ca/wp-content/uploads/2020/08/Surface-Medical-Mattress-Repair-Implementation-Guide.pdf
7. FDA “Covers for Hospital Bed Mattresses: Learn How to Keep Them Safe.” FDA Safety Communication: https://www.fda.gov/medical-devices/hospital-beds/covers-hospital-bed-mattresses-learn-how-keep-them-safe
8. Fitzgerald F, Awonuga W, Shah T, Youkee D. Ebola response in Sierra Leone: The impact on children. J Infect. 2016;72 Suppl(Suppl):S6-S12. doi:10.1016/j.jinf.2016.04.016
9. Fujita K, Lilly HA, Kidson A, Ayliffe GA. Gentamicin-resistant Pseudomonas aeruginosa infection from mattresses in a burns unit. Br Med J (Clin Res Ed). 1981;283(6285):219-220. doi:10.1136/bmj.283.6285.219
10. Klevens RM, Edwards JR, Richards CL Jr, et al. Estimating health care-associated infections and deaths in U.S. hospitals, 2002. Public Health Rep. 2007;122(2):160-166. doi:10.1177/003335490712200205
11. Koljonen, V., Tuimala, J., Haglund, C., Tukiainen, E., Vuola, J., Juvonen, E., Krusius, T. (2016). The Use of Blood Products in Adult Patients with Burns. Scandinavian Journal of Surgery, 105(3), 178 –185. https://doi.org/10.1177/1457496915622127
12. Magill SS, O’Leary E, Janelle SJ, et al. Changes in Prevalence of Health Care-Associated Infections in U.S. Hospitals. N Engl J Med. 2018;379(18):1732-1744. doi:10.1056/NEJMoa1801550

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